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Por primera vez en 61 años desde que un bombardero estadounidense arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima, el jefe de la diplomacia estadounidense visitó esta ciudad. Kerry participó en los actos conmemorativos junto con otros ministros de Asuntos Exteriores y colocó ofrendas florales en el monumento en el Parque de la Paz. Los motivos geopolíticos de tales gestos son claros. Para los Estados Unidos, Japón es ahora un socio clave en el Pacífico. Junto con los Estados Unidos, Japón se opone a China en el Mar del Sur de China. El año pasado, Estados Unidos renovó el contrato de alianza militar con el país del "Sol naciente". Además, Japón es un participante importante en la Asociación Transpacífico, una unión económica diseñada para fortalecer la posición de las multinacionales estadounidenses en la región. El próximo mes planea visitar Hiroshima el presidente estadounidense Barack Obama.
Es significativo que ni Kerry ni su jefe inmediato, Barack Obama, hayan pedido perdón a la parte japonesa en relación con el bárbaro bombardeo. La posición oficial de Estados Unidos no ha cambiado: el bombardeo era necesario para poner fin lo más pronto posible a la guerra y salvar las vidas de los soldados estadounidenses. Esto refleja el racismo civilizatorio estadounidense. La vida de los civiles japoneses les importaba mucho menos que la vida de los soldados estadounidenses, y al mismo tiempo, señala a los japoneses su posición subordinada en el orden mundial estadounidense.
Se espera que después de la reunión de los ministros se adoptará una resolución conjunta, la "Declaración de Hiroshima". En ella, harán un llamamiento a los países del mundo en pro del desarme nuclear. Es poco probable que la apelación sea escuchada, al menos en una de las potencias nucleares, cuando la posesión de armas nucleares es un factor crucial para garantizar la seguridad de varios países.
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